miércoles, 1 de agosto de 2012
A kilómetros
Macario estaba sacando una foto; la idea no era mala porque quería, supongo, recordar el sitio exacto donde quedaría para siempre Felipe. En el camino se nos había despedazando, poco a poco, una cruz de cemento dudoso que habían construido para una ocasión como esta. En Kimbondo esta situación no es diaria, pero casi. Como todo en Congo, el cementerio también me resultó raro, ibamos por la carretera y sencillamente ahí estaba. Todo el margen derecho de la nacional que lleva hacia el interior estaba decorado con lápidas colocadas a diestro y siniestro, sin ningún sentido aparente. Lo único que dominaba era el color blanco.
Nos habíamos adentrado cargando con la caja blanca y la cruz unos cuantos de la familia de Kimbodo, entre ellos, Macario. El joven seminarista comboniano que ayuda en lo que puede dentro de la pediatría. Hoy nos ha contado que su apostolado ha comenzado, y que lo va a realizar a través de la enseñanza de la disciplina a los jóvenes de Boboto. Los chicos de entre 8 y diecimucho que son un poco particulares, podrás imaginar. Caminabámos hacia el supuesto lugar... que no!, parece que dice un encargado, que es más allá... Dentro de ese aparente caos, había un encargado y por supuesto una casucha donde debías aportar los honorarios precisos para ocupar dicho santuario.
Yo iba el último ayudando con el traslado de la cruz y era testigo de cómo poco a poco se iba desmontando. Triste imagen... ah! No pasa nada, luego Macario hace una foto y podemos volver con una cruz nueva... le entendía al que parecía ser más gracioso de todos. Yo le conozco por el mecánico... siempre con los coches.
En fin, otro niño que partió con el Señor, nos dice el Padre Hugo, puede que fuera mejor. Y seguramente tenga razón.
Va quedando menos tiempo y parece que es ahora cuando empezamos a controlar cómo va todo y hasta donde se puede llegar. De hecho han comenzado los debates sobre qué se puede hacer con este pueblo... cómo les podemos ayudar...¿quieren ser ayudados? Ya sabeis, conversaciones de jóvenes que tienen mucha energía y todavía ilusión por cambiar el mundo. ¿ingenuos? ¿...?
El viaje por el interior ha sido increíble. Hemos conocido el ranchito del Doctorcito. El Padre es consciente de la sua edad, que diría un italiano (creo), y está creando una forma de generar ingresos para que su proyecto de vida permanezca con salud, en caso de que él la perdiese. Hemos visto el Congo de la ciudad, de la carretera, del interior de la sabana... al amparo de los pequeños oasis de palmeras. Hemos comido con ellos, hemos reído con el doctorcito y hemos sufrido sus cortafuegos; a los que ellos llaman caminos transitables en 4por4. Toda una experiencia el mirar otras cosas distintas. Así pues, parece que a todos nos está removiendo los intestinos este otro mundo real en el que vivimos, aunque sea a más de mil kilómetros de aquí.
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