martes, 24 de julio de 2012
De otro planeta
Había oído hablar de los choques culturales, algo había oído. En casa siempre hablamos de los franceses que son así... de los alemanes que son asá... lo que no vemos es que somos todos prácticamente iguales. Ahora, en África la cosa es muy distinta. No es una cultura diferente, es otro planeta.
Llevamos una semana en la que el llegar a la cama por la noche se convierte en un problema. Por un lado el cansancio hace inevitable las ganas de poner el cuerpo en horizontal. Por otro, en la soledad y el aislamiento que te da el estar dentro de la mosquitera te da para pensar. Lo cierto es que no puedes pensar mucho ya que el cansancio y el sueño destruyen la vigila mandándote rápidamente a un sueño profundo.
A las 6 más o menos la vida comienza en Boboto, el pabellón de los niños hasta la adolescencia. Los mayorcitos decimos por aquí. El ruido que viene de fuera la componen la música de los pájaros azules que hemos conocido aquí, con los gritos de los chavales y los golpes y discusiones que tienen todos en un idioma que desconocemos. A eso de las 7 y media nosotros vamos hacia la casa de los voluntarios a tomar un café con pan y organizar la jornada. A eso de las 8 y algo comenzamos el trabajo. Solemos orientarlo en varias partes. Por un lado el control de las huérfanas que permanecen en la UVI por problemas de malnutrición fundamentalmente. Y luego comenzamos con el cuidado higiénico sanitario de las cabezas de los niños más pequeños (Bondeko) y de los discapacitados (Casa Patric). La idea que prima es que sean ellos mismos los que realicen el trabajo, por lo que reclutamos niños para que realicen una sencilla labor como la de lavar y poner un poco de ungüento casero en las cabezas tiñosas de los más pequeños. Aquí empieza el primer choque, casi nadie quiere trabajar. Y es lógico, muchos de ellos son adolescentes y no quieren más que jugar con el móvil y filtrear con quien puedan. Solemos seleccionar a siete voluntarios, de los cuales perdemos tres o cuatro por el camino de un punto a otro.. se escaquean rápidamente. No quieren saber nada de los discapacitados, y les cuesta muchísimo poner algo de ganas en lo que hacen. No les culpo, el ejemplo que tienen de sus mayores es similar A eso de las 2 comemos, y a las 3 y media volvemos al trabajo... lo que haya quedado por hacer o cualquier nueva necesidad que haya surgido. Pintar, ordenar el almacén de la farmacia... mil cosas se pueden hacer en Kimbondo. Todas ellas cuestan una vida y agotan al más fuertote. Pero sin duda el mayor cansancio viene por la lucha contra la cultura. Cuando cae el sol, sobre las 6 y poco y la oscuridad inunda todo gracias al déficit de abastecimiento eléctrico, encontramos un rato para charlar con el Padre Hugo... repasamos el día, contamos la situación y sobretodo escuchamos las historias de este profesor y doctor. Increíble... nos saca unas latas de refresco de uva que le regalan a él para compartir con nosotros, y después comparte su experiencia vital africana con nosotros. Es una manera de entender porqué son como son, y porqué se comportan así. No es políticamente correcto decirlo, y generalizar está muy mal, pero son unos huevones. Eso sí, las historias del padre, que todas esconden una trágica realidad, muchas de las veces nos hacen reír a carcajada (además que el doctorcito también cuenta chistes, lo cual se agradece después de vivir un día normal). Después la cena, los lamentos entre nosotros de que le pasa a este pueblo y de como es esta cultura. El problema es que no lo tengo muy claro aún. Bueno, lo de que son unos huevones, sí, pero poco más, así que si te parece ya te cuento un poco más adelante como son los congoleños con los que hemos convivido estos días.
Me encanta la visión de la religión católica que aporta el padre tan humana. Me parece increíble, pero creo que por ese pensamiento él es capaz de resistir aquí un día y otro. Es la fe la que le permite seguir madrugando cada día. Es el amor a los demás sin importar nada. Como el de una madre (idealizado, se entiende...). Es la misericordia eterna que él ejercita cada día. Aunque le
roben o le mientan, el padre jamás dejará de ayudar a aquel que lo necesite. No tengo palabras para describir lo bien que parece que ha captado el mensaje de los evangelios y como lo proyecta como forma y camino de vida. Sólo amadores del hermano como el padre Hugo son capaces de resistir en este país sin tirar la toalla. El habla de la providencia. Yo veo a un hombre que ama al otro por que desde el corazón le crece el amor de estar mirando a un hermano. Aunque ese hermano venga de otro planeta.
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